Tesis Capitulo 2

Capítulo 2 – La televisión hoy

 

1- ¿Qué es la televisión?

 

Marshall McLuhan se refirió a como la electricidad y los medios que se asocian a ésta, permitieron tender hilos invisibles entre los individuos. A su vez, estos medios de comunicación electrónicos podían ser considerados como extensiones del sistema nervioso central, a través de los cuales la sociedad podía estar interconectada en esta “aldea global”. Y justamente como paradigma de la aldea global, McLuhan eligió a la televisión, un medio de comunicación de masas a nivel internacional, que según él era el invento más importante del siglo XX.

Desde sus orígenes, la televisión fue objeto de diversos estudios por parte de la comunidad científica. En un primer momento, y con los géneros que tomó de la radio pudo competir con ésta, y finalmente imponerse como medio masivo de comunicación, a partir de lo cual introdujo la experiencia audiovisual en el ámbito de la vida privada.

Inevitablemente al referirnos a la televisión, uno de los primeros  conceptos que surge es “medio masivo”, por lo que resulta fundamental detenernos aquí y preguntarnos ¿de qué estamos hablando concretamente?

Raymond Williams aborda ésta problemática, afirmando que en un principio el concepto de masa era utilizado de forma peyorativa para referirse a cosas relacionadas con el pueblo, y específicamente al grupo de personas pertenecientes a una clase social inferior. Dicho sector se originó por tres razones: una fuerte concentración demográfica en las ciudades industriales; la concentración de trabajadores en las fábricas; y el desarrollo de una clase obrera en un proceso de organización social y político. De aquí también surgieron los medios masivos de comunicación entendidos como el conjunto de medios utilizados para entretener o informar a las masas. Sin embargo el concepto de masa resulta ambiguo, ya que siempre pensaremos a “los otros”, los ajenos a nuestra forma de ser como “masa” y nunca nos asumiremos como pertenecientes a ese sector. Por lo que Williams plantea que en realidad no hay masas sin sólo formas de ver a la gente como tales (Williams, 1958).

Con su consolidación como medio masivo de comunicación, la televisión se constituyo como la institución organizadora de la vida social (Carlón, 2009), sin embargo en la actualidad hay una gran dificultad para definir que es la televisión.

Muchos programas de “formato televisivo” han tenido un éxito inusitado a partir de su circulación por internet, sin haber sido nunca emitidos por una cadena tradicional de aire o cable. Acaso estos programas son de televisión, o pertenecen a una nueva categoría?

Sobran los ejemplos de programas de televisión que han sido vistos en vivo por millones de espectadores, y que sin embargo una vez subidos a Youtube han quintuplicado la cantidad de visualizaciones. Hay un límite entre lo que es y no es televisión?

Muchos grupos tecnológicos, industriales y culturales han redefinido radicalmente a la televisión, pero paradójicamente la continúan entendiendo e identificando como “televisión” (Lotz, 2007).

Carlos Scolari también se pregunta, ¿que es la televisión? “¿Un prisma con un lado de cristal que descansa en el living familiar? ¿Un tubo catódico que comienza en un lente de una cámara y termina en las retinas de los televidentes? ¿Un espacio de mediación cultural donde lo popular convive, se confronta y se revuelca con lo masivo? Además de todo lo que acabamos de mencionar la televisión es el medio de masas por excelencia, el canal audiovisual que llega a mayor cantidad de consumidores y, sin dudas, la experiencia comunicacional mas impactante del siglo XX” (Scolari, 2009).

Eliseo Verón enumera cuatro características que definen lo que él denomina como “la televisión histórica”. En primer lugar el predominio de la dimensión indicial bajo la forma del contacto con el destinatario, las personas que aparecen (encarnando a la institución televisión) me hablan a mí. Esta característica es radicalmente nueva porque es por completo ajena al cine como antecedente audiovisual de la televisión. En segundo lugar la grilla de programación, y como ésta está articulada en base a la cotidianeidad de la familia. En tercer lugar los dos regímenes enunciativos de la televisión, el vivo y el grabado (los cuales retomaremos más adelante en esta tesis). Y en cuarto lugar la televisión se constituye como un dispositivo de puesta en ritmo de la actividad social, concepto ligado a la teoría del flujo descrita por Raymond Williams (Verón, 2013a).

Con una lógica de programación similar a la radio y una lógica de producción más cercana al cine, la televisión se caracterizó por la secuencia o flujo, en el que hay una serie de programas reunidos dentro de una programación (Williams, 1974). Raymond Williams desarrolló la teoría del flujo para describir una característica única que diferencia a la televisión del resto de los medios. En los sistemas desarrollados de televisión, la organización característica es una secuencia o flujo. Este fenómeno del flujo es la característica que define a la televisión, simultáneamente como tecnología y forma cultural. A diferencia de otros sistemas de comunicación (como el cine, teatro o literatura), la televisión permite a través de la secuencia o flujo acceder a los acontecimientos en una única dimensión y en una única operación (Williams, 1974).

A pesar de la popularidad que adquirió el concepto de flujo, hay problemas en su formulación, ya que sus métodos críticos para el análisis no se basan tanto en la experiencia de ver, sino más bien en el análisis textual de la grilla. En términos de la experiencia real de mirar televisión, este método presupone un espectador que está mirando de forma fija la pantalla, no considera el hecho que las personas, a menudo, se acercan o se alejan de la televisión, en síntesis no considera el flujo de las actividades humanas que interactúan con el flujo de los programas de televisión (Spigel, 1992). Retomaremos esta característica cuando abordemos el visionado de televisión y a la vez el uso de redes sociales como Twitter.

Henry Jenkins por su parte afirma que pueden ser televisión, aquellos contenidos que pertenecen a un género o formato que se “siente” como televisión, incluso cuando estos nunca hayan sido transmitidos por tv (Jenkins, 2009). En este caso la palabra televisión puede referirse a una forma de relato, que viene en pequeños fragmentos que son organizados como parte de una serie a lo largo de una temporada. Tal vez uno tiene dificultades para definir que es la televisión, pero al igual que los espectadores, esta se reconoce inmediatamente.

Según Scolari, ver televisión en este momento tiene muchos significados, e incluye mirar un vídeo en YouTube, descargar ilegalmente una película para verla en el ordenador, ver una película en streaming, comprar una temporada completa en DVD y disfrutarla en el televisor. Seguimos siendo grandes consumidores de contenidos audiovisuales pero los vemos en una amplia variedad de dispositivos y pantallas (Scolari, 2009).

A partir de todas estas aproximaciones podemos concluir que televisión incluye a todos los contenidos producidos y distribuidos por ésta, los cuales serán consumidos en un televisor o en otros dispositivos que permitan la visualización de contenidos audiovisuales.

 

 

2- ¿Por qué consumimos televisión?

 

En el capitulo anterior al referirnos a la muerte de la televisión, citábamos a Henry Jenkins y su postulado: “una vez que un medio se establece satisfaciendo alguna exigencia humana, éste continúa funcionando dentro de un sistema más vasto de opciones comunicativas”.

No cabe dudas que a partir de la masificación de la televisión, ésta se ha podido establecer como el medio de comunicación más importante del siglo XX. Sin embargo más allá de su omnipresencia, y del rol destacado que ha logrado conseguir, resulta necesario para nuestro estudio señalar concretamente cuales son las necesidades humanas que ésta ha logrado satisfacer, las cuales han consolidando a éste medio posibilitando que continúe existiendo. Debemos preguntarnos en definitiva, ¿por qué consumimos televisión?

 

 

2.1- Teoría de los usos y gratificaciones

 

Una de las posibles formas de responder esto, es abordando la relación que los individuos tienen con los medios de comunicación, así Paul Capriotti señala dos teorías que intentan analizar este fenómeno.

Por un lado la teoría de los usos y gratificaciones pone énfasis en los condicionantes que determinan el uso concreto que los individuos realizan de los medios de comunicación. A partir de la existencia de necesidades de origen diverso, el individuo intentará resolverlas acudiendo a los medios de comunicación, del uso que hagan de los medios se derivará o no una gratificación de las necesidades iniciales. (Capriotti Peri, 2009).

Un ejemplo para explicar esta teoría podría ser que un individuo desea invertir parte de sus ahorros (objetivo), si considera que un programa de televisión que trata sobre estrategias de inversión puede aportarle información valiosa (expectativa de gratificación buscada), entonces probablemente vea ese programa (uso de los medios).

Sin embargo otro de los motivos que han consolidado a la televisión, es que a lo largo de su existencia, ésta ha podido satisfacer a una multiplicidad de consumidores, respondiendo a las demandas más diversas.

Algunos investigadores no dudan en colocar las competencias narrativas entre las ventajas competitivas que permitieron la supervivencia de nuestra especie. Una especie que desarrolla la capacidad de ficcionalizar puede imaginar escenarios futuros, prever situaciones críticas, construir hipótesis y prepararse de antemano. A los humanos nos encanta escuchar, ver y vivir buenos relatos (Scolari, 2013).

Otro ejemplo para ilustrar las múltiples necesidades que la tv puede satisfacer, la podemos encontrar en los contenidos que se consumen en los tiempos de ocio. Por ejemplo, un individuo que llega a su casa luego de una ardua jornada laboral, desea disponer de su tiempo libre “sin hacer nada” (objetivo), si ver televisión le posibilitará rellenar ese tiempo ocioso con contenidos diversos (expectativa de gratificación buscada), entonces posiblemente verá televisión (uso de los medios).

Ya en 1948 Paul Lazarsfeld destacaba que gracias al avance en materia de derechos sociales, la gente disponía de más tiempo libre, el cual representaba tiempo de ocio que sería destinado al consumo de medios masivos. “La semana de sesenta horas ha dado paso a la de cuarenta. El trabajo de los niños ha sido progresivamente eliminado. Estas y otras mejoras constituyen una serie de victorias reformistas. Y en la actualidad la gente dispone de más tiempo de ocio y, evidentemente, mayor acceso al legado cultural” (Lazarsfeld y Merton, 1948).

La televisión sabe como aprovechar estos tiempos dedicados al ocio, y sin duda esto constituye una importante fortaleza que continuará  incrementando el consumo de contenidos audiovisuales.

En los últimos cincuenta años el tiempo total destinado al ocio se incrementó para la mayoría de la población, a la vez la oferta mediática explotó y el tiempo de consumo quedó fragmentado entre una gran diversidad de contenidos y formatos que, con la llegada de la generación digital a la edad adulta, se consumen cada vez más de manera simultanea (Igarza, 2009).

Según Amanda Lotz, este aumento del tiempo de ocio, ha producido que las audiencias se vayan especializando y fragmentando, fenómeno que está teniendo complejas consecuencias en el consumo televiso.

 

 

2.2- Teoría de la dependencia

 

Complementariamente la teoría de la dependencia sostiene que “a medida que aumenta la complejidad de las sociedades, los sujetos pierden contacto con el sistema social como totalidad, por eso para comprender y actuar en el mundo se hace necesario acceder a conocimientos que excedan la esfera vivida personal” (Capriotti Peri, 2009).

La teoría de la dependencia se establece desde una perspectiva sociológica para comprender la relación de los individuos con los medios de comunicación en las sociedades contemporáneas.

Según Roberto Igarza estar informado es un factor que mejora la calidad de vida de los ciudadanos. “El acceso a información de calidad en un marco de libertad desemboca en un proceso político-social caracterizado por el aumento de la participación” (Igarza, 2009).

En las sociedades complejas los medios masivos han ido adquiriendo el carácter de instituciones privilegiadas en el procesamientos, elaboración y difusión de información, cuya consolidación vendría a responder a la necesidad de una mayor demanda de comunicación masiva por parte de la sociedad.

Raymond Williams señala que el sistema de broadcasting fue una respuesta frente a dos modos contradictores aunque conectados de la vida moderna: la movilidad geográfica (concretada a través de tecnologías de transporte y comunicación) y la privatización (concretada a través de la arquitectura doméstica y la planificación comunitaria). Así el broadcasting consiguió traer una imagen del mundo exterior al hogar privado (Spigel, 1992).

La teoría de la dependencia pone en evidencia el poder que tienen los medios de comunicación, la televisión, y la dependencia de los individuos por esta. Sin embargo esta dependencia es mucho mayor cuando la realidad social del individuo es más limitada. Un ejemplo de esto lo podemos encontrar en el comportamiento de sujetos, que opinan sobre temas de la agenda pública, tomando posiciones muy radicales, basándose casi exclusivamente en información (muchas veces pobre y parcial) que se comunica a través de un determinado medio.

Toda esta situación es la que permite suponer que los medios pueden tener efectos significativos sobre los individuos cuanto menor sea la experiencia personal del sujeto y las interacciones con otros individuos, y por ende será más probable que esta persona modifique sus conocimientos, sentimientos o conductas de acuerdo a lo que consume en los medios.

Ambas teorías, la de los usos y gratificaciones, y la de la dependencia pueden ser complementarias si queremos comprender porque consumimos televisión, y a la vez comenzar a vislumbrar quienes son los que consumen más televisión. Sin embargo podemos encontrar otras justificaciones de porque consumimos televisión que quedan por fuera de estas teorías.

 

 

2.3- Sentido de pertenencia

 

Mario Carlón en su libro “El fin de la televisión” señala que “comentar lo visto por televisión sigue siendo una importantísima actividad en oficinas, countries y reuniones sociales de todo tipo”, parecería que con este comentario casi sarcástico, Carlón nos quiere señalar otro de los motivos para consumir televisión, su capacidad para crear identidad y sentido de pertenencia.

Complementando esta idea, podemos señalar que muchas veces el consumo se organiza en forma más afectiva que crítica como lo demuestra Mirta Varela: “Te recomiendo el video que me gustó y me interesa que lo veas porque eso nos permite compartir algo. No se trata de un juicio crítico sobre los videos, sino de objetos que permiten el contacto por afinidad. Se parece más a la necesidad que tenemos de leer el libro que adoró nuestra pareja o a interesarnos por los dibujos animados que le gustan a nuestros hijos: nos permite compartir algo con las personas que queremos y conocerlas un poco más, se trata de sumar lazos afectivos con el prójimo” (Varela, 2009).

Así, el consumo motivado de manera afectiva, se podría ubicar dentro del sentido de pertenencia, ya que el hecho de consumir un determinado producto (en este caso audiovisual), nos permite ingresar a una esfera determinada, y tener una conexión afectiva o comprensiva con el prójimo.

 

 

2.4- Medios a medida

 

A partir de analizar por que consumimos medios, se desprende otro aspecto interesante, acerca de la influencia que estos pueden llegar a tener en nuestro comportamiento y nuestra forma de pensar.

A raíz de esta inquietud se comenzaron a llevar a cabo estudios, y así surgió la “teoría de la aguja hipodérmica” (también conocida coma la “teoría de la bala mágica”). Esta teoría (ampliamente aceptada durante la década de 1930 y actualmente obsoleta) afirmaba que la gente es controlada a partir de sus instintos biológicos y que reaccionan más o menos uniformemente a los estímulos que reciben (Lowery y DeFleur, 1983).

Así la teoría de la bala mágica gráficamente asumía que el mensaje que los medios emiten es “disparado” desde una “pistola mediática” hacia la cabeza del espectador (Berger, 1995). Un ejemplo ampliamente citado para avalar esta teoría fue la famosa transmisión radiofónica de Orson Welles de 1938 “La guerra de los mundos”, y el pánico que esta produjo entre sus oyentes (la cual incluso motivó suicidios).

Este incidente impulsó una investigación publicada en el libro The People’s Choice (Lazarsfeld,  Berelson y Gaudet, 1944), la cual refutaba la teoría de la bala mágica afirmando que el público puede elegir que mensaje lo afecta y cual no.

Otro estudio posterior de Katz y Lazarsfeld basado en esta idea introduce la teoría de los dos pasos (Katz y Lazarsfeld, 1955) la cual supone que el mensaje va de los medios a los líderes de opinión (estos lo procesan) y luego el mensaje procesado va de los líderes de opinión al público general.

La idea de que el público puede elegir que mensaje lo afecta y cual no; o bien a que líder de opinión le cree y a cual no, nos lleva a una tendencia cada vez más creciente, a partir de la cual el espectador consume los medios que coinciden con su forma de pensar y que lo representan, en definitiva, consume los medios “a su medida”.

Cuando las audiencias escogen selectivamente que escuchar, leer o ver, es menos probable que “los medios” cambien opiniones o voluntades desde fuera (Waisbord, 2012). El público general mirará en televisión noticieros que coincidan con su visión de la política; en redes sociales seguirá a los medios o personalidades que lo representen; y particularmente en Facebook seguirá las publicaciones de contactos (que piensen parecido a uno) les pondrá “me gusta” y hasta las compartirá, mientras que a los contactos que piensan de manera antagónica, no los seguirá, ocultará sus publicaciones o hasta incluso los eliminará.

La audiencia masiva fue fragmentada por la irrupción de la televisión por cable y satelital, la multiplicación de señales de radio, y la proliferación de plataformas de internet. Cada vez más, las audiencias están segmentadas. Esto se refleja en el narcisismo de “mis noticias” potenciado por las tecnologías digitales – públicos expuestos a informaciones ajustadas a sus simpatías políticas e intereses sociales y económicos. Esto disminuye las posibilidades que la gente se exponga casualmente a ideas que contradicen sus intereses (Waisbord, 2012).

En definitiva, la multiplicidad de medios que existen, han posibilitado que podamos seleccionar y consumir sola aquellos que reflejan nuestras preferencias personales.

A partir de estas evidencias podemos comenzar a comprender como los “medios a medida” nos ubican en un lugar cómodo y placentero, que propicia y aumenta el consumo que realizaremos de estos.

Luego de analizar algunos de los motivos por los cuales consumimos televisión, y el rol que esta ocupa en nuestra sociedad, haremos un breve repaso sobre la historia de la televisión y como este medio fue evolucionando y cambiando desde su instauración.

 

 

3- La Televisión cambia

 

La televisión permanentemente se ha ido transformando y adaptando a los tiempos que corren, incorporando nuevas tecnologías y reinventando sus contenidos, con la finalidad de seguir interesando a los espectadores.

Después de múltiples episodios históricos en distintos países, y de una secuencia de inventos que ponían en juego esos principios técnicos (secuencia que se extendió desde fines del siglo XIX hasta fines de la década de 1940), el dispositivo de la televisión, hoy llamada analógica, comenzó a instalarse en el mundo (Verón, 2013a).

Si bien durante las décadas de 1920 y 1930 muchos diarios y revistas comienzan a hablar de la “radio-visión”, o sea de la transmisión de imágenes a través de ondas de radio, y vaticinan la inminente llegada de esta tecnología, primero habría que sortear ciertas dificultades técnicas (como el pasaje del sistema mecánico al electrónico), y hechos sociales como el estallido de la segunda guerra mundial, los cuales pospondrían este desarrollo. Esto resulta evidente si tomamos el caso de Estados Unidos, donde las primeras transmisiones públicas comienzan en 1938, pero la televisión se termina de consolidar recién en la década de 1950 (Varela, 2005).

Durante este período la televisión estará ampliamente ligada a la radio, tanto por sus características técnicas (transmisión a partir de ondas electromagnéticas) como por su estructura de géneros (también tomados de la radio). Pasarán varios años hasta que este nuevo invento logre encontrar su lugar entre los espectadores, y los motive a adquirir los costosos televisores de la época.

En 1950 un televisor costaba el equivalente al salario medio de varias semanas y solo podían encontrarse en las casas de personas acomodadas; en 1956 el 56% de los hogares estadounidenses ya disponían de un televisor (Martin, 2013).

En el caso de Argentina, la primera transmisión pública la realiza Canal 7 (dependiente de LR3 Radio Belgrano, dirigida por Jaime Yankelevich) y tiene lugar en Buenos Aires el 17 de octubre de 1951 (Valera, 2005). A pesar de lo significativo del suceso, pasarían varios años hasta que la televisión pudiera  desplazar a la radio.

Con el correr de los años aumenta la cantidad de contenidos disponibles, la televisión comienza a adquirir una identidad propia, y finalmente en la década de 1960 ésta se instala como un medio masivo, teniendo una enorme influencia en la sociedad.

La televisión encarnará un modo de comunicación masiva que se conoce como broadcasting, el cual consiste en un esquema de producción de audiencias muy amplias, expuestas a mensajes y géneros discursivos homogéneos  (Urresti, 2011).

Durante la década de 1960 la televisión se caracteriza por producir audiencias muy amplias, que se dividen entre una oferta muy limitada de contenidos, sin embargo a mediados de la década de 1970 comienza a aparecer la televisión por cable, y con esta se inicia un nuevo modelo que confronta al broadcasting propio de la televisión por aire.

Eliseo Verón distingue una primera etapa en la historia de la televisión, que se extiende desde la instalación de la televisión en el tejido social, a partir de los años 50’ hasta los años 70’. Durante esta etapa, cuya metáfora más clara para definir a la tv sería “una ventana abierta al mundo” (aun cuando este mundo estuviese rigurosamente construido a partir de una localización nacional)  el papel histórico de la televisión fue el mismo tanto bajo el régimen de monopolio del estado en Europa, como bajo el régimen privado en Estados Unidos (Verón, 2013a).

Durante las décadas de 1970 y 1980 la industria televisiva experimentó una serie de cambios tecnológicos como la llegada del control remoto, el uso de video caseteras hogareñas, y la masificación de la televisión por cable. Estas tecnologías expandieron el control y las posibilidades con las que comenzó a contar el televidente (Lotz, 2007).

En 1976 Ted Turner lanza en Atlanta el primer canal de cable básico WTCG (cuyo nombre luego cambiaría a TBS). A este le siguieron varias cadenas (como CNN, C-Span y Nickelodeon) las cuales estaban dispuestas a proveer más y mejores contenidos a los hogares, los cuales pedían más opciones. En la década de 1980 aparecerían cadenas como MTV, ESPN, USA Network y A&E, las cuales continuarían incrementando la oferta de contenidos (Rosenbaum, 2014). Hacia 1980, cerca de la quinta parte de los hogares estadounidenses contaban con televisión por cable (Martin, 2013).

Como consecuencia de este nuevo estado de oferta y demanda, caracterizado por la diversidad de mensajes y emisores, las audiencias se volverán más selectivas, eligiendo los mensajes y profundizando la relación individuada entre emisor y receptor (Igarza, 2009).

La característica distintiva de las señales de cable es que comienzan a emitir y/o producir contenidos que apuntan a audiencias más específicas y segmentadas. A raíz de esto se inicia el proceso de fragmentación de las audiencias.

Según Verón en esta segunda etapa de la historia de la televisión, que se extiende hasta fin del siglo XX, (caracterizada por una multiplicación y diversidad de la oferta) se produce también una evolución de las formas discursivas, donde aparece una creciente visibilidad de las estrategias enunciativas, a partir del surgimiento de nuevos formatos, como talk shows, generalización del video clip, programas dedicados a comentar otros programas, etc. (Verón, 2013a).

El cable no solo se apropió del tiempo y de la atención de los espectadores, sino que también les enseñó a buscar diferentes tipos de programación en diferentes lugares de la grilla (Martin, 2013).

Esto da como resultado un nuevo modelo basado en la televisión por cable y por señal satelital que segmenta definitivamente a la población en audiencias especializadas que buscan sus propios gustos e intereses (Urresti, 2011).

La fragmentación se continúa acentuando con el correr del tiempo, van surgiendo canales de cable en apariencia similares, pero que apuntan a públicos diferentes. Por ejemplo en Estados Unidos a comienzos de la década de 2000, hay 3 canales de cable (Lifetime, Oxygen y WE) dirigidos a la mujer, pero estos desarrollan programaciones que buscan captar públicos femeninos claramente diferenciados (Lotz, 2007).

Esta tendencia presenta un modelo comunicativo segmentado temáticamente, con públicos más heterogéneos entre sí, y si sumamos a ello el hecho comprobable del aumento de televisores por hogar, se verá que la recepción doméstica se atomiza: padres, hijos, varones, mujeres, niños, adolescentes, cada uno por su lado mira lo que le interesa (Urresti, 2011).

De la mano de la fragmentación de las audiencias se inicia una etapa que pone en jaque el dominio de las grandes cadenas, a esta se la conoce como la crisis del broadcasting, donde el espectador toma mayor poder y sus decisiones  reconfigurarán el mapa mediático.

 

 

3.1- Crisis del broadcasting

 

El medio que durante décadas pudo emitir programas de interés general que reunían a toda la familia frente a una misma pantalla ya no existe. La llamada “crisis del broadcasting” surge como consecuencia directa de la fragmentación, en la que cada espectador frente a las múltiples opciones puede elegir y consumir contenidos a su medida.

La palabra broadcasting generalmente se traduce como “transmisión”, dejando de lado el sentido de “broad” (ancho) el cual se refiere a la amplitud de audiencias a la que estos medios se dirigen. Por oposición actualmente se utiliza el termino narrowcasting (narrow = angosto) para hablar de los medios como la televisión por cable que se dirigen a audiencias recortadas en nichos específicos (Varela, 2009).

El modelo de tipo broadcasting de la televisión abierta será reemplazado por su contrario, el modelo de audiencia segmentada o fragmentada, que comunica sus mensajes en una dirección muy diferente. Se trata de una televisión que se basa en señales temáticas –un canal, un género–, por la cual se facilita la desarticulación de los públicos generales de otros tiempos (Urresti, 2011).

A raíz del surgimiento de más señales y más contenidos, se fueron dispersando los espectadores, y por ende las audiencias por programa se hacen más acotadas, esto puso en evidencia una crisis no solo del broadcasting, sino de un modelo de comunicación. El funcionamiento inicial de la televisión donde muy pocos emisores transmitían su mensaje a millones de receptores, es reemplazado por múltiples emisores que transmiten su mensaje a receptores cada vez más específicos.

Por su parte Eliseo Verón, señala como una de las fallas del Broadcasting, que sea el productor el que decida el momento de consumo. “El Broadcasting es una programación fija donde yo sé que a las 14 hay una telenovela, a las 20 un noticiero, eso se acabó. Era un privilegio exorbitante. En ningún mercado el productor controla el consumo mismo, es como si yo comprara una Coca-Cola y pudiera tomarla sólo a las 18:30” (Verón, 2013b).

Los medios masivos que pretenden aún enviar un número limitado de mensajes a una audiencia masiva pierde terreno frente a la interactividad de los nuevos medios, un ejemplo de esto son los noticieros centrales de la noche que compiten con los nuevos medios online (Igarza, 2009).

Así el rol del espectador cobra una importancia central para este modelo, ya que sus decisiones y lo que consume influye cada vez más en este universo de contenidos heterogéneos.

A partir del momento en que el receptor pasa a controlar las condiciones espaciotemporales de sus comportamientos de consumo de productos audiovisuales, que es lo que la Red y el protocolo Internet han hecho posible, el negocio de la televisión histórica deja de ser viable (Verón, 2013a).

Esta multiplicidad creciente de estímulos que inciden en la variación de los gustos, prepara el terreno para la difusión de nuevas tecnologías de la comunicación, entre las que ganarán fuerza las herramientas que permitan aumentar esa diversidad, profundizar la comunicación y facilitar la interacción entre los sujetos (Urresti, 2011).

Sin embargo la televisión tradicional (la del broadcasting) no desaparece, pero deja de ser la única forma de consumir contenidos audiovisuales. En el nuevo ecosistema de medios lo que tiende a perder su centralidad es el consumo televisivo simultáneo de un mismo programa por parte de millones de personas. Las nuevas generaciones tienden a ver cosas diferentes, en diferentes medios y con diferentes modalidades de consumo (en vivo, streaming, descargas, etc.) (Scolari 2009).

El modelo de audiencia fragmentada se terminará de consolidar a partir del surgimiento de un gigante inesperado, que cambia para siempre la forma de consumir contenidos, internet.

 

 

3.2- El rol de internet

 

El desarrollo y la expansión de internet a mediados de la década de 1990, provocó una serie de cambios a nivel global, cuyo impacto aún en la actualidad resulta difícil de determinar.

Internet no solo ha modificado la manera en que nos relacionamos y nos comunicamos, sino que ha tenido complejas consecuencias en el mundo laboral y en el desarrollo de nuestras economías.

La infraestructura tecnológica se convierte en un elemento decisivo para la capacidad de creación de riqueza. La capacidad de procesamiento de información y de generación de conocimientos son vitales en la capacidad competitiva de las empresas (Castells, 2000).

Si bien en la actualidad resultan evidentes los beneficios que Internet trajo a nuestras vidas, en sus inicios esta nueva tecnología provocó una gran incertidumbre entre otras industrias ya consolidadas.

El poderoso y controvertido Jack Valenti, presidente de la MPAA (Motion Picture Association of America), definió a la Internet como “su peor enemigo”. A principios de la década del 2000, durante sus últimos años de vida, organizó metódicamente la lucha contra la piratería de películas, declarándole la guerra a las nuevas tecnologías, “fue el combate de mi vida” afirmaría Valenti, sin embargo la MPAA subestimó a su adversario. Este es un punto de inflexión histórico, y al querer luchar contra internet, cometió el mismo error que cometió la industria del disco cuando a finales de la década de 1910 quiso prohibir la radio, una vez más estamos ante un combate perdido de antemano (Martel, 2010).

El miedo de Valenti era que Internet termine matando al cine, sin embargo y a pesar de que la “batalla” fue ganada por Internet, el cine siguió existiendo.

Actualmente una de las nuevas “batallas” se está dando entre la televisión y los  medios digitales que surgieron como consecuencia de internet, sin embargo durante la década de 1990 cuando se comenzaba a masificar este nuevo medio, pocos podían pensar que tendría algún efecto sobre la televisión.

En la web primitiva solo se podía navegar a través de las (lentas y costosas) conexiones telefónicas dial-up, las interfaces se asemejaban a las de los CDROMs de los 90’s, con poca interactividad, diseños simples, fotos que tardaban en cargar y prácticamente sin presencia de video.

Sin embargo algunos adelantados de aquella época como Nicholas Negroponte vislumbraban la influencia que internet tendría sobre la televisión.

El desarrollo y aumento de los ordenadores personales ocurre tan deprisa que la futura televisión de arquitectura abierta es la PC (Negroponte, 1995). Inclusive se arriesgaba a dar detalles técnicos de cómo sería su funcionamiento: “El aparato receptor será como una tarjeta de crédito que al introducirla en nuestro PC lo convertirá en una puerta electrónica para la recepción de información y entretenimiento por cable, teléfono o satélite (Negroponte, 1995). Y finalmente sentenciaba con una frase que hoy (dos décadas después) tiene una vigencia enorme: “La clave del futuro de la televisión es dejar de pensar en ella como tal y concebirla en término de bits (Negroponte, 1995).

Internet le daría el poder a las computadoras para que se conviertan en un medio de comunicación. El siglo pasado asistimos al surgimiento de un fenómeno desconcertante: los medios de comunicación de masas basados en tecnologías electrónicas. Desde comienzos del siglo XXI, y en menos de una década, las computadoras interconectadas mediante redes digitales de alcance global se han convertido en inesperados medios de comunicación (Sibilia, 2008).

Sin embargo hay discrepancias a la hora de considerar a Internet como un medio de comunicación. Eliseo Verón afirma que internet no es un medio de comunicación. Desde el punto de vista de la historia de la mediatización lo que nos interesa es que la WWW comporta una mutación en las condiciones de acceso de los actores individuales, produciendo transformaciones inéditas en las condiciones de circulación (Verón, 2013a). De esta manera Verón limita  Internet a una mutación del acceso y una mutación de la circulación. Sin embargo nosotros en esta tesis entendemos a Internet como un medio de comunicación, ya que por ésta no solo circulan contenidos ya creados, sino que se originan todo tipo de nuevos contenidos, como puede ser un tweet en twitter, o la creación de un video para un canal de Youtube, los cuales no existirían si no existiese internet.

Con el surgimiento de los medios digitales y el desarrollo de internet, los medios masivos de comunicación empezaron a compartir su posición hegemónica. El uso de Internet no se reduce a la reutilización de estos bienes en soportes distintos a los originales, sino que la mejora en las condiciones y calidad de acceso incrementaron el consumo de los contenidos culturales en la web (mirar televisión en vivo vía streaming, escuchar radio, leer diarios, descargar música, series y películas, etc) y posibilitaron otras formas de relación entre las audiencias, los productores y las empresas mediáticas.

La llegada de la World Wide Web y la explosión de nuevas experiencias de comunicación descentralizadas no hizo más que profundizar el proceso de fragmentación de los consumidores. Más que de fragmentación, quizá deberíamos hablar de progresiva atomización de las audiencias (Scolari, 2009).

Al respecto Eliseo Verón agrega que las audiencias son mayores que antes pero están dispersas en el mundo. “En Youtube un video es visto por cinco millones de personas en 48 horas, hay una creciente divergencia entre los consumidores y la oferta” (Verón, 2013b).

Paradójicamente internet no solo fragmenta el consumo, ya que como indica Waisbord (2012) en Internet se da un proceso de desmediatización y remediatización. Para explicar esto podemos decir a modo de ejemplo que en la versión online de un periódico además de las noticias e información, se pueden encontrar contenidos audiovisuales, en otros sitios web se pueden consumir programas enteros de televisión, o videos virales con millones de reproducciones. Así los buscadores cumplen con la función de remasificar las audiencias fragmentadas (Ramonet, 2015).

Internet, en buena medida, funciona como un canal de publicación abierto y sin mayores costos, lo que hace que el flujo de emisión sea incomparablemente alto y variado respecto de los medios masivos tradicionales (Urresti, 2011).

A la vez en Internet las funciones básicas del esquema de comunicación (emisor-mensaje-receptor) parecen diluirse. No se representa un público a priori, esto en parte, se explica porque las lógicas propias de los medios de comunicación masiva parecen alteradas o inciertas (Wolton, 1999). Del mismo modo se encuentran situaciones comunicacionales de todo tipo: de uno a uno (email), de uno a múltiples (prensa, o radio online) y de varios emisores a varios receptores (foros) (Miguel de Bustos, 2009).

La imagen de la red que se impuso para representar las relaciones en internet, se opone completamente al sistema broadcasting en cuanto a la relación entre un emisor centralizado y muchos receptores (Varela, 2009)

Internet y los nuevos dispositivos, están aumentando y cambiando los hábitos de consumo. Una encuesta de Estados Unidos de 2001 mostraba que el 76% de los usuarios prefería prescindir de internet, mientras que solo el 26% prefería prescindir de la televisión. En 2010 el resultado de una nueva encuesta reflejaba que el 48% prefería prescindir de internet  mientras que un 49% de la televisión (Tapscott y Williams, 2011).

Según los informes que realiza “Corporación Multimedia”, los españoles se pasan un promedio de casi cuatro horas al día mirando televisión. Sin embargo un estudio de la Asociación Europea de Publicidad Interactiva, refleja que la actividad de navegar por internet ya supera en número de horas a la de ver televisión. Nuestro tiempo de ocio comienza a tener un denominador común: estar sentados, narcotizados delaten de una pantalla (Vilaseca, 2010)

Por su parte los espectadores más jóvenes a la hora de mirar televisión (o mejor dicho, mirar contenidos audiovisuales) no quieren que se les impongan días ni horarios fijos. ¿Por qué se ajustarían a la vieja grilla de programación? si en Internet pueden encontrar el contenido que desean y lo pueden consumir en el momento más oportuno. “La televisión está dejando de ser progresivamente una herramienta de masas para convertirse en un medio de comunicación consumido individualmente, a través de diferentes plataformas de forma diferida y personalizada”. “Los jóvenes televidentes pasan del consumo “lineal” de televisión hacia un consumo “en diferido” y “a la carta” en una segunda pantalla (computadora, Tablet, Smartphone)” (Ramonet, 2015).

El comportamiento de los más jóvenes va ligado a una tendencia mundial que muestra que una vez que se van a vivir solos, estos jóvenes no contratan televisión por cable, solo Internet. Estos grupos que se los denomina “cord nevers”, por lo general son personas jóvenes que se van a vivir solas o con amigos y ni se les ocurre tener cable, salvo que sean grandes consumidores de contenidos deportivos (Perazo, 2016).

Sin duda este es un momento de transición, donde la industria televisiva debe pensar en servicios orientados hacia los públicos más jóvenes, los cuales necesariamente estarán ligados a los consumos de contenidos vía internet, pero a la vez estas empresas deben mantener en funcionamiento los servicios actuales, ya que aún hay millones de clientes que continúan consumiendo la televisión tradicional.

La televisión como la conocemos hoy irá mutando hacia un modelo donde el consumidor será su propio programador, eligiendo sus contenidos preferidos, para consumirlos en el momento deseado desde diferentes pantallas (Perazo, 2016).

La continua evolución de internet la ha ido transformando en un medio cada vez más audiovisual. En la programación de los sitios web, la tecnología Flash está siendo progresivamente reemplazada por el lenguaje html5, el cual se está afianzando como un estándar para proveer contenidos a móviles, tablets, televisores conectados a Internet, y todo tipo de nuevos dispositivos digitales (Benito-García, 2014).

En su continua evolución internet también ha permitido consumir televisión en cualquier momento y en cualquier lugar a partir de los dispositivos móviles. El desarrollo de nuevas tecnologías han generado un ambiente más competitivo donde se han expandido las manera de mirar y recibir televisión, y a la vez las audiencias se han mostrado dispuestas a explorar estas nuevas formas de consumo que ofrecen estas nuevas tecnologías (Lotz, 2007).

Con el transcurso de los años la televisión ha dejado de ser un tótem en el centro del salón familiar. Primero las pantallas comenzaron a multiplicarse dentro del hogar (cocina, dormitorios), después pasaron a conquistar espacios públicos (bares, comercios, estaciones de trenes, aeropuertos, etc.) y finalmente se redujeron de tamaño hasta entrar en nuestros bolsillos (smartphones, tablets, etc.) (Scolari, 2009).

A raíz de todos estos cambios, y una tendencia que avanza hacia una menor injerencia de la televisión tradicional, se habla de la muerte de la tv, y por eso nos realizamos la siguiente pregunta:

 

 

4- ¿La Televisión muere?

 

Como consecuencia del auge de las nuevas tecnologías y las nuevas formas de consumir que estas habilitan, nos encontramos en un momento en el que muchos se preguntan por la “salud” de la televisión, o directamente pronostican su muerte. Ahora bien, ¿realmente muere la televisión? ¿O esta es otra etapa más de su constante transformación, como viene sucediendo desde hace décadas?

En el libro “El fin de los medios masivos” Mario Carlón al referirse al fin de la televisión señala que la precisión es importante para comprender de que estamos hablando y sostiene que “nos encontramos en la era en la cual probablemente haya comenzado el fin de la televisión como medio, pero mucho menos en su fin como lenguaje y dispositivo”. Para definir que es un medio Carlón utiliza la noción impuesta por Eliseo Verón la cual implica una articulación de un soporte tecnológico más una práctica social.

Sobre el fin de la televisión Carlón también se refiere a la televisión como dispositivo y lenguaje “La televisión tiene dos dispositivos y lenguajes: el grabado y el directo o live. El directo (llamado así porque es el lenguaje de la toma directa), estuvo desde el origen y constituye el núcleo de lo televisivo”.

La importancia de poder diferenciar estos dos dispositivos y lenguajes es que según Carlón cuando se habla del fin de la televisión, probablemente se habla del fin de uno de estos dispositivos o lenguajes. “Si las predicciones son correctas podríamos decir que el grabado cuya esencia no es televisiva, va a perecer” (Carlón, 2009).

Es importante aclarar que cuando hablamos del vivo y del grabado hay diferentes definiciones, según el autor que aborde el tema. Mientras Mario Carlón los define como dos lenguajes diferentes, Eliseo Verón se refiere a éstos como dos “regímenes enunciativos” de una misma discursividad, por lo que no calificarían como lenguajes cualitativamente diferentes. “La oposición entre las dos modalidades es de hecho menos fuerte de lo que se suele suponer, y hay formas intermedias que hacen posible el pasaje de una a la otra. Ejemplos de esto son el “directo diferido” un grabado que yo sé que fue en directo en su momento; o en Europa (durante los primeros años de la televisión)  la transmisión en directo de obras de teatro y operas” (Verón, 2013a).

Ignacio Ramonet señala que “La televisión sigue cambiando rápido, esencialmente por las nuevas prácticas de acceso a los contenidos audiovisuales. Los televidentes han pasado de un consumo “lineal” a un consumo “en diferido” y “a la carta” (Ramonet, 2015).

Vint Cerf, uno de los creadores de internet, señala que “pronto la mayoría verá la televisión a través de internet, revolución que puede significar el final de los canales tradicionales a favor de nuevos servicios interactivos (Cerf, 2007). Para sostener esta afirmación Cerf señala que el 85% de lo que vemos en televisión está pregrabado”. A esto habría que sumarle el auge que han experimentado las nuevas plataformas para consumir contenidos como por ejemplo Netflix.

Justamente el propio director de Netflix, Reed Hastings, ha sido uno de los que adhieren a la idea de la muerte de la televisión: “La televisión lineal habrá desaparecido en 20 años, porque todos los programas estarán disponibles en internet” (Ramonet, 2015).  Sin embargo el director de Netflix reduce la televisión al grabado, dejando de lado el poder de los contenidos en vivo.

Si hay una televisión que va a morir podemos predecir que es la del grabado, en cambio el directo que surgió como lenguaje audiovisual en lo televisivo, al menos en dos sentidos va a resistir. Por un lado va a seguir generando discursos masivos (e incluso globales) a través de transmisiones de acontecimientos y eventos, y por otro lado se mantendrá intacto como lenguaje movilizando al espectador, sin importar en que pantalla lo consuma (Carlón, 2009).

Según Verón la pregunta sobre el fin de la tv debe plantearse en relación a lo que él define como “la televisión histórica”. A nadie se le ha ocurrido predecir el fin del audiovisual, lo que ha entrado en crisis en la primera década del nuevo siglo es la televisión tal cual como la conocimos a lo largo de la segunda mitad del siglo pasado. Una institución (pública o privada) consagrada a la producción y el broadcasting de géneros audiovisuales destinados a ser consumidos en el espacio privado de la familia, y habilitada no solo a determinar las características de la oferta sino también, a través de la grilla a definir las condiciones del consumo (Verón, 2013a).

Nosotros seguiremos mirando televisión, pero las nuevas tecnologías que tenemos disponibles requieren nuevos rituales de uso (Lotz, 2007). En la actualidad grades cadenas televisivas internacionales han lanzado sus propias plataformas digitales para que los televidentes puedan consumir contenidos ya grabados por medio del pago de una suscripción. Como por ejemplo el caso de HBO go, sin embargo esto no significa que vayan a desaparecer (al menos por el momento) los canales tradicionales.

A pesar de que la televisión grabada puede ir perdiendo terreno, para dar paso al consumo de contenidos en plataformas digitales, el vivo seguirá constituyendo una fortaleza fundamental para la televisión, que la mantendrá con vida, y que retomaremos en el capítulo 4.

Continuamente se renuevan las formas en que cadenas financian realizan y distribuyen programas, así como las formas y lugares en que los espectadores los consumen. Ninguno de estos importantes desarrollos sugeriría que la televisión va a jugar un rol menor en la vida de millones de personas que pasan la mayor parte de su tiempo cautivados con sus contenidos (Lotz, 2007).

Jenkins se refiere a la muerte de la televisión señalando que: “lo que se modifica permanentemente son las tecnologías distributivas, es decir, los soportes para acceder al contenido” (Jenkins, 2009).

El experto en medios Jeffrey Cole, confirma que la televisión se verá cada vez más por la red, aunque es más optimista sobre el futuro de esta. “En la sociedad conectada la televisión sobrevivirá, pero disminuirá su protagonismo social, mientras que las industrias cinematográfica y musical podrían desvanecerse” (Ramonet, 2015).

Sin embargo si es cierto que la televisión está perdiendo audiencia fruto de la fragmentación, y esta tendencia se acrecentará. Por eso la industria televisiva, consciente de esto, se ha ido adaptando.

En el próximo capítulo analizaremos como se posiciona la televisión en este nuevo escenario, y como influyen las nuevas tecnologías y plataformas en el consumo televisivo.